Para llevar a cabo estas pinturas, la corteza se separa del tronco en la estación de las lluvias, aprovechando así que está empapada de humedad y es muy moldeable. Luego se le quita la corteza rugosa externa y se seca lentamente sobre el fuego. Por último, para que pierda su curvatura se coloca al sol sujetándola con un montón de piedras o arena. Al cabo de unos días, la corteza de eucalipto ya está lista para que pueda pintarse sobre ella.
Los aborígenes australianos emplean pigmentos de color rojo, amarillo, ocre, blanco y negro que mezclan con agua, lo que provoca que sean pinturas muy frágiles que impiden una conservación prolongada. Este es el principal motivo por el cual los museos atesoran pocas pinturas en corteza con una antigüedad de más de medio siglo. No obstante, esta pintura posee una larga tradición ya que reproduce temas similares a los de la pintura rupestre y usa técnicas idénticas que hacen suponer sus orígenes ancestrales. Además, existen referencias escritas que evidencian su origen remoto.
Pintura de David Malangi Daymirringu |
Actualmente, las pinturas en corteza de eucalipto sólo se realizan en la Tierra de Arnhem y con un fin mercantilista: venderlos a coleccionistas y turistas. Con cada corteza, el autor incluye una pequeña reseña informativa muy simple sobre el contenido de la obra. Su significado más profundo queda oculto en la corteza del eucalipto.
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